Decirlo daña...no hacerlo destruye.
Dónde queda todo lo que se dio?
Y en dónde lo que debía recibirse?
Si la entrada estaba vacía y
la salida
siempre tan llena.
El interminable reloj de arena
resulta
estarse acabando.
Y el inesperado futuro
solo deja al emisor como
víctima malvada.
Y al receptor,
como una libre de culpa.
Sin justicia al momento,
ni al final.
Y la detonación?
Quiza es el turno del explosivo erróneo.
Porque la ruta que busca compaginar,
se desvía
persiguiendo a la que no quiere cambiar su rumbo.
(En palabras más concretas)
YA NO AGUANTO MÁS!
Si al final,
el villano será el dueño de
estas palabras.
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